Relatos

 

El sueño de un amor




      Se consideraba una chica bastante normal, pero no necesariamente del montón, ese calificativo nunca le había gustado y además no era esa la percepción que tenía de sí misma. Sabía que su belleza no era en "plan modelo", pero tenía la certeza que era atractiva. Sus 25 años,  quieras o no, ayudaban, pero sin embargo sentía que el amor de su vida no llegaría nunca. Llevaba una vida algo alocada,  salidas nocturnas los fines de semana y algún que otro rollito, pero al final siempre volvía a casa de mamá cuando quería desconectarse de todo y recargar pilas, con una buena comida casera, y el refugio de la familia.

     Sentía que cada vez que le gustaba alguien de verdad no era correspondida, o por lo menos no de la manera que ella deseaba, y por el contrario cuando el chico en cuestión no despertaba en ella nada, resulta que éste se colaba por ella, y luego se sentía fatal cuando se venía en la obligación de rechazarlo... Vamos que a sus 25 añitos, todavía no se había sentido el verdadero amor, y esto le pesaba.

    Un día en el trabajo llegó un chico nuevo, que captó rápidamente la atención de casi todo el sector femenino de la oficina, y también, por qué no decirlo, de una pequeña parte del masculino. Era un hombre de los que no te dejan indiferente, metro ochenta y tantos, tez morena y unos grandes ojos verdes. Bien proporcionado y en general con una presencia que impactaba a primera vista. Se llamaba Fabián, y cuando Bea lo vio, pensó que era de esos tipos que están fuera del alcance de una, y quizá esa fue la clave de su éxito...

     Resulta que casi todas sus compañeras cuando lo veían aparecer por la oficina, se ponían en plan seductoras, y se les notaba que babeaban por él, pero Bea se comportaba con Fabián con la mayor naturalidad, quizá fue por eso que a él le encantaba su compañía. Con el paso de las semanas fueron afianzando su amistad, y pronto Bea se dio cuenta de que, el tal Fabián, parecía interesado por ella. Al principio no lo tenía muy claro, y ella le lanzaba indirectas en plan broma diciéndole que le parecía un chico muy atractivo y que deberían salir un día a cenar, y cuál fue su sorpresa, cuando una tarde él se lo propuso.
    Esa misma noche hablaron y Fabián le contó que tenía novia, pero que no les iba demasiado bien. Bea pensó que tal vez solo había querido quedar con ella, porque la veía una chica a la que poder contar sus penas, pero lo que empezó siendo una simple cena de amigos dio paso a unas copas en un pub, y al final terminaron en la casa, donde Bea estaba de inquilina, enrollándose desenfrenadamente. Ella nunca había hecho algo así, acostarse con un hombre el primer día y encima tenía novia, y pensó que eso no se iba a repetir, pero el destino les tenía guardado algo diferente… Sin darse apenas cuenta empezaron a salir, y algo mas. Fueron pasando los meses y parecía como si tuvieran una relación seria, él casi nunca le hablaba de su novia, y Bea sin explicarse por qué tampoco le preguntaba. Solo deseaba estar con él, y cuando estaban juntos era como si el tiempo se detuviese, ella lo sentía cada vez mas suyo y llegó a creer todo lo que Fabián le prometía, y quizá él mismo lo creía.

    Poco a poco la nube en la que estaba viviendo Bea se fue disipando. Ella quería que Fabián fuera suyo, y aunque éste le daba signos de que parecía querer lo mismo, y le contaba que pronto dejaría a su novia, ese “pronto” nunca llegaba. Una noche después de hacer el amor como nunca, Bea tuvo muy claro lo que debía hacer, y como si sacara una dulce daga hundida en su pecho, sin poder contenerse mas  le dijo a Fabián que no podían verse mas. Ella le explicaba sus motivos y a cada palabra sentía como si el corazón le fuera a salir a borbotones por la boca. Ella con mil lágrimas en la cara, y con él diciéndole que no podía separarse, que no podía dejar a su novia, que era algo muy difícil de explicar, pero que a Bea la amaba y la deseaba con toda su alma, se despidieron… La imagen era dantesca, Fabián desnudo en la cama roto de dolor y sin mas palabras que decir… Bea sin mirar atrás, salía de la habitación con su propio corazón roto en la mano…

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