Mi pequeña tiene 28 meses, y está en una fase de constantes cambios tanto físicos como emocionales. Va creciendo y se va encontrando en su día a día con situaciones que todavía no sabe gestionar demasiado bien, y somos su papá y yo, como padres los que debemos guiarla en su andadura, para que sin coartar su libertad, ella pueda aprender de sus experiencias.
Digo esto, porque a veces los papás no sabemos cómo encauzar ciertos comportamientos de nuestros pequeños y damos por hecho que el error está en ellos, pero para mi está claro que no es así. Sin ir mas lejos, el otro día estaba con mi peque en un centro comercial y sucedió algo que me hizo reflexionar mas tarde. Mientras estábamos en una zona donde había mas niños, mi hija, vio a dos que jugaban con una pelota y se aproximó a ellos para que le dejaran jugar. Estos niños eran mayores que ella, y me di cuenta que no estaban por la labor, y en el primer acercamiento de mi pequeña, uno de ellos hizo un gesto de contrariedad cuando mi niña le empezó a decir que le pasara la pelota, de forma insistente.
Los niños debían tener 5 o 6 años, y eran bastante mas grandes y fuertes que mi peque, así que cuando vi que ellos no estaban dispuestos a compartir su pelota, intenté por todos los medios convencer a mi hija de que nos marcháramos de allí. Ella siguió insistiendo, pensando que los nenes accederían a sus súplicas, pero poco a poco su frustración fue en aumento al ver que no le pasaban la pelota. Quise convencerla de que los niños no querían jugar con ella y de que por eso era mejor irse, pero ella no entendía nada, solo que quería jugar con ellos, mientras estos seguían sin dar signos de querer que mi hija participara.
Viendo que mi hija se había caído dos veces al suelo intentando seguir a los niños que eran mas rápidos que ella, y que ya estaba empezando a llorar no vi mas opción que llevármela de allí a rastras, sin que atendiera ni entendiera porqué no podía jugar con ellos, mientras no dejaba de gritar, llorar y patalear. Anduve con ella en volandas unos 50 metros, y la monté en un barquito de esos a los que les echas una moneda para que se balancean, para ver si así se calmaba un poco, pero la cosa se agravó. Dicho barquito se encontraba situado en una zona próxima a las puertas que daban a la calle y había una corriente de aire frío. Con mi hija apenas montada allí, sin haberse repuesto todavía de su disgusto, y sin mediar una palabra con ella (yo también me encontraba todavía un poco nerviosa), le cogí un bracito con demasiada fuerza, para ponerle el abrigo, y ella empezó a protestar de nuevo. Se intentó zafar varias veces, pero yo insistí demasiado bruscamente y le hice daño. Ella cada vez lloraba mas y gritaba diciendo que le hacía daño, y como vi que la situación se me escapaba de las manos la cogí en brazos, también bruscamente y me la llevé de allí rumbo al coche.
Al llegar al coche seguía llorando, pero yo ya lo único que quería era salir de allí y llegar a casa, y no hice caso a su llanto colocándola en la sillita del coche, casi a la fuerza. Seguía llorando, y ya no sabía ni porqué lloraba, mi pobrecita hija, en poco rato, había pasado de estar ilusionada "creyendo que podría jugar con unos nenes a la pelota", a ser obligada a irse de allí, y sin que ni su propia mamá la ayudara, si no mas bien, la empujara a una frustración aun mayor. He resumido lo que nos sucedió, pero fue una situación muy angustiosa para mi pequeña y para mi.
Habrá papás que pensarán que esto es lo normal y que no es para tanto que una niña de 28 meses coja una rabieta , pero para mi no es lo normal. Llegué a casa con gran desasosiego por todo lo ocurrido. Le di el pecho a mi hija para que se tranquilizara, y reflexioné sobre lo que había pasado. Me di cuenta de que yo tuve gran culpa de lo ocurrido. Y es que muchas veces nuestros hijos cogen grandes berrinches porque nosotros los propiciamos...
Remontándonos a mi relato de lo sucedido, cuando me llevé a mi hija al barquito, debí esperar a que se calmara un poquito mas antes de intentar ponerle el abrigo. A veces pensamos que con cualquier ráfaga de aire se van a poner malos, y no es así.... Si hubiera esperado unos minutos estoy segura de que podría haberle puesto su abriguito sin forcejeos y sin haberle lastimado, y además podría haber evitado todo el llanto posterior en el coche. Sin embargo yo me empeñé en ponerle el abrigo a la fuerza y todo fue cada vez mas frustrante para ella. Qué fácil de evitar hubiera sido, ¿no?
Es verdad que los padres no somos máquinas y que también tenemos reacciones que no son las mas acertadas, y en esta ocasión a mi me sucedió, pero yo creo que justamente porque somos padres y adultos, tenemos la obligación de recapacitar para que algo así no vuelva a suceder. Puede que para algunos padres sea mas fácil decir que sus hijos "le han montado una" en el centro comercial, y así se eximen de toda culpa, pero os aseguro que en este caso yo si que la tuve. A lo que me refiero es a que la mayoría de las veces los actos de nuestro pequeños se dan por nuestra manera afrontar ciertas situaciones, y a veces deberíamos tener la paciencia mas infinita, ya que ellos no se merecen un trato desproporcionado, cuando no están entendiendo lo que ocurre. No debemos dar por hecho que entienden ciertas acciones y sus consecuencias, y respetar sus ritmos de asimilación.
Esa misma noche, cuando nos fuimos a la cama le pedí perdón a mi hija por haberle tratado así, y le prometí que no volvería a pasar. Ella estaba tan tranquila, ya como si nada, pero me miró a los ojos y me rodeó el cuello con sus bracitos fundiéndonos en un tierno abrazo... Yo no pude evitar llorar. A la mañana siguiente lo primero que me dijo al despertar con su tierna media lengua fue "he llorao nenes no jugar pelotita verde" todavía se acordaba de que unos nenes no habían querido jugar con ella...
¿Y tú alguna vez te has arrepentido de cómo has tratado a tus hijos y has sabido reconocerlo?